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El PAPA FRANCISCO nos pide que recemos por la IGLESIA.

El ruego que hace el santo Padre para que los fieles de todo el mundo recen y pidan por la Iglesia no me llega demasiado de nuevas. Los que estamos al día de la vida de la iglesia, sabemos que la barca de Pedro está sufriendo los rigores de singulares temporales de nuestro tiempo, de vientos que no han amainado. Sabemos que ninguna tempestad hundirá nuestro navío; pero es cierto que muchos cristianos asisten perplejos y con preocupación, incluso temor, al futuro de la Iglesia. La pérdida de credibilidad es enorme, y los engaños del mal parecen dominar los destinos de nuestra bimilenaria comunidad. De ahí que los creyentes llevemos mucho tiempo rogando a Dios por la Iglesia, por su unidad, y por los graves pecados de algunos de sus miembros (el que esté libre de pecado…).

Sabemos que no estamos solos en nuestra plegaria. La palabra de Cristo fue eficaz cuando viajaba en la barca por el mar de Galilea: «no tengáis miedo, hombres de poca fe». Y cuenta el Evangelio, que el Señor calmó las aguas de la zozobra, amainó el temporal, y desapareció el temor de los apóstoles, siendo inundados por el estupor y la sorpresa. ¿Quién es este, que los vientos y las aguas le obedecen? Cristo reza con nosotros al Padre, pues nunca ha estado lejos de la Iglesia, su cuerpo. Dolores de parto y dolores de cruz. Cristo preside el sufrimiento y el dolor de la humanidad, y la comunidad cristiana camina tras sus pasos. Con Él , por Él y para Él.

El Papa ha hablado recientemente de los signos de los tiempos. Tenemos que darnos cuenta de que el Mal nos rodea hoy con singular fuerza, y que muchos de sus tentáculos pecaminosos han invadido sacristías, corazones y almas, ofendiendo profundamente a Dios, y escandalizando a millones de creyentes y de no creyentes. No basta con rasgarse las vestiduras, pues ninguno está libre de pecado ante Dios, y tampoco vale la soberbia con la que el mundo nos señala. Hay una actitud y un gesto que debemos buscar e intensificar, la oración, el perdón, la humildad… Venid a mi los que estéis cansados y fatigados… pues yo os aliviaré, dice el Señor.

Los escándalos de pederastia son muy graves, tanto para los que los sufren como para toda la comunidad cristiana escandalizada. Es probable que no sean en rigor tan abundantes como se dice en los medios, o que haya otros colectivos arrastrados por ese mal. Pero no es justificación para un pecado muy grave, que ha sido ocultado y escondido por la jerarquía eclesial, que no pocas veces, queriendo hacer el bien, ha hecho el mal. El problema no ha sido el mal en sí, y el daño a las víctimas, que también; sino el tratamiento y las soluciones timoratas que se han dado al mismo por parte de los pastores. Si los pastores maltratan al rebaño, ¿qué hará el dueño del rebaño?

También la Iglesia sufre y se duele por la situación de China. Los pasos que ha dado el Vaticano para tratar de facilitar la vida de los católicos en el gigante asiático han sido contestados por muchos católicos de la jerarquía. Y es triste. Comprendo que así sea, pues no ha sido una decisión fácil. ¿Se equivoca el Papa al reconocer a los obispos chinos del ŕegimen dictatorial? El que no se equivoca es el que obedece y acepta una decisión difícil, pues el que se sitúa en las manos de Dios, todo le basta. Los mártires de China de estos años no serán nunca olvidados por Dios (pues han obedecido y han sido fieles), y tampoco por la Iglesia universal. Paz y perdón ante la división. Será difícil, por eso oramos.

No tengo dudas de que el tiempo reconocerá lo que es de Dios, por eso ahora lo que nos queda es rezar por la paz y por los católicos de China. Obedecer y amar, para que la unidad entre católicos sea verdadera y real. Y seguiremos rezando también por el respeto a los derechos humanos. Tampoco mejoraban las cosas antes del acuerdo del Vaticano con China.

Quiero mirar el futuro.

¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta la Iglesia hoy? No quiero irme por las ramas. Nuestro deber como iglesia es mostrar a los hombres el amor de Cristo en la cruz. Nuestro reto es ser transparencia del amor de Dios al mundo. Seguir poniendo la mesa de la Eucaristía y de la Palabra en medio del mundo. Hacer fraternidad alrededor del único Dios. Nuestro reto es ser fieles. «¿También vosotros queréis marcharos?» Les preguntó Jesús en una ocasión a sus discípulos. «¿Nosotros? Y a dónde iremos. Tú tienes palabras de vida eterna». La respuesta sigue estando vigente.

Todo lo demás creo que es superfluo. Los debates sobre el celibato pasarán, lo mismo que los pecados graves de pederastia, los móviles o las ideologías de género. El Mal será derrotado, y el bien resplandecerá. Nadie abortará cuando llegue el Reino de Dios en plenitud, nadie pasará hambre, nadie será abandonado a su suerte. ¿Ayudamos a construirlo?

Estoy de acuerdo en que la iglesia necesita una reforma en profundidad, reforma más espiritual que política u organizativa, pero… ¿Cuándo no la ha necesitado? En el fondo las palabras de la teología clásica «ecclesia semper reformanda» la iglesia siempre en reformas, son inevitables. Estamos en manos del Espíritu Santo. ¿O no? Amigo y hermano creyente.

Pidamos con San Miguel Arcángel y por intercesión de la Virgen María por la Iglesia de Cristo. Contra el Mal que se ha instalado en nosotros, para que sea arrancado de raíz.